
Pensar bien sentirse bien
Sinopsis de Pensar bien sentirse bien:
La gran experiencia de Walter Riso en el campo de la psicología clínica le ha permitido confeccionar esta obra sobre cómo desarrollar todo nuestro potencial y vivir mejor aplicando los métodos de la terapia cognitiva.
Si pensáramos mejor, actuaríamos y nos sentiríamos mejor. Pero ¿cómo pensar mejor y alejarnos de la irracionalidad que tanto daño nos hace?
Como terapeuta, Walter Riso ha descubierto que si bien es cierto que la mente es la causa de nuestro sufrimiento, también lo es que somos capaces de revertir el proceso mental negativo. La mente humana no es exacta ni infalible a la hora de procesar la información; pero, afortunadamente, tenemos la facultad de darnos cuenta de nuestros errores y desaprender lo que aprendimos.
En Pensar bien, sentirse bien Riso nos ofrece una propuesta seria y fundamentada para empezar a pensar en uno mismo de una manera más racional y saludable, y lograr el desarrollo pleno de nuestro potencial humano.
La mente humana es perezosa.
Se autoperpetúa a sí
misma, es llevada de su parecer y con una alta propensión al autoengaño.*1, 2, 3 En cierto sentido, creamos el
mundo y nos encerramos en él.
Vivimos enfrascados en
un diálogo interior interminable donde la realidad
externa no siempre tiene entrada. Buda decía que la
mente es como un chimpancé hambriento en una selva
repleta de reflejos condicionados.
Tu mente, al igual que la mía, es hiperactiva, inquieta, astuta, contradictoria.
La mente no es un sistema de procesamiento de la
información amigable, predecible y fácilmente controlable, como ocurre con muchos ordenadores; nuestro
aparato psicológico tiene intencionalidad, motivos,
emoción y expectativas de todo tipo. La mente es ego27Las notas hacen referencia a la bibliografía que se encuentra al
final del libro.
001-240 Pensar bien2.pdf 27 01-240 Pensar bien2.pdf 27 18/11/2014 8:58:00 8/11/2014 8:58:00
céntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el
precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad.
Carlos, un joven de diecisiete años, cree que su cara se
parece a una vejiga porque, según él, el cuello es demasiado ancho respecto de la cabeza. Carlos no está loco ni
sufre de daño neurológico alguno, sin embargo, se
detesta y se ve monstruoso cada vez que mira su imagen
en el espejo. Cuando se le midió la proporción cabezacuello para «demostrarle» que estaba dentro de los
parámetros normales, rechazó enfáticamente el procedimiento. Dijo que las estadísticas estaban equivocadas
y que el terapeuta pretendía engañarlo para evitarle el
sufrimiento. Carlos padece un trastorno dismófico corporal, cuya característica es una distorsión de la autoimagen expresada como: «Preocupación por algún defecto
imaginado o exagerado del aspecto físico».4De más está
decir que Carlos no tiene ningún defecto físico