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Loco por emprender-pdf

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Por qué todo el mundo necesita actuar como emprendedor

Quiero contarte la historia de Leila. Leila Vélez creció en las favelas de Río de Janeiro. Su madre era sirvienta y su padre, conserje. A comienzos de los noventa, trabajaba sirviendo hamburguesas en McDonald’s. Pero tenía un sueño.

Leila estaba frustrada porque existían muy pocos productos para el cabello rizado de las mujeres afrobrasileñas como ella. “La gente pobre también merece sentirse hermosa”, le decía a su cuñada Zica, estilista. En 1993, las dos convirtieron el sótano de Leila en el laboratorio de un científico loco. Probaron su primer producto con sus maridos… y el cabello se les cayó de inmediato.

De vuelta en el laboratorio, Leila y Zica perfeccionaron su fórmula y abrieron un salón de belleza. No era un lugar para nada impresionante, estaba al fondo de un oscuro pasillo y apenas medía unos nueve metros cuadrados. “¿Cómo van a tener éxito en un lugar tan terrible?”, decían sus amigos. Sin embargo, ellas siguieron adelante. Pronto las mujeres de Río de Janeiro esperaban de cuatro a seis horas para una cita y los clientes decían que sus productos no sólo mejoraban la textura del cabello, sino que también aumentaban su autoestima.

Cuando cuento esta historia, a menudo me dicen: “Seguro es una de esas historias encantadoras de mujeres que han tenido éxito en las microfinanzas”. Pero en la de Leila no hay nada micro. En pocos años, su empresa, Beleza Natural, estaba vendiendo una variedad de productos de estilismo en un montón de “clínicas del cabello”. Para 2013, Beleza Natural atendía a 100 000 clientes al mes, contaba con 2 300 empleados y ganancias de 80 millones al año.

Muy bien, ¿y cómo le hizo Leila? ¿Cómo pasó de trabajar por hora en McDonald’s a ser la cabeza de una franquicia multimillonaria? Y, yendo más al grano todavía: ¿Cómo podemos los demás aprender de su historia para tomar más riesgos en nuestra vida?

Hay mucho que aprender.

Para empezar, podemos recordar lo importante que es ver el mundo con ojos frescos. El legendario Sam Walton dijo alguna vez: “Si todos los demás están haciendo algo de cierta manera, es muy probable que encuentres tu nicho al ir exactamente en la dirección opuesta”. Leila vio que todos los demás sólo estaban vendiendo productos para el cabello, así que ella vendería confianza en uno mismo. Denominó a su nicho “psicología de pintalabios”.

Muchas de las mejores ideas cumplen una necesidad que nadie sabía que existía. En 1920, Earle Dickson, de 28 años, se dedicaba a comprar algodón para Johnson & Johnson, y su esposa, Josephine, siempre se cortaba al cocinar. Para detener la sangre, Josephine usaba un remedio estándar: colocar en la herida un pedazo de tela atado con una cuerda. Las compresas se caían muy rápido. Su esposo comenzó a jugar con la idea y poco después presentó una alternativa a su esposa y a sus jefes: banditas autoadhesivas con algodón integrado. Los Band-Aid (curitas) no tuvieron mucho éxito al principio, hasta que la empresa dio muestras gratis a carniceros y boy scouts. Desde entonces, se han vendido más de cien mil millones de unidades del invento de Earle.

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